Comprendo la sanación como un proceso holístico en el cual, cuerpo, mente y espíritu son atendidos e integrados desde una perspectiva consciente y amorosa, pues solamente ante la aceptación de todo lo que somos es que podemos empezar a ver a través del espejo y el velo que tiñen nuestra percepción.
Por varios años, me he nutrido de una gran variedad de abordajes terapéuticos distintos convencionales y no convencionales, y todos ellos conforman un caleidoscopio lleno de matices que me ha facilitado experimentarme y redescubrirme en incontables ocasiones. Sin embargo no siempre mas recursos significa un mayor aprendizaje o evolución. Por el contrario, una saturación de herramientas y un ritmo exacerbado de consumo de estas mismas puede llegar a alejarnos de nuestro propósito. Como ya me decían en los cursos de Guión cinematográfico a los que atendí en la Universidad, casi siempre ocurre que "menos es más", y un consumo desmedido de experiencias de lo que denominamos "crecimiento personal" o ""espiritualidad"" puede llevarnos a caer en la repetición de un mismo patrón, ampliamente debatido y reconocido en el capitalismo del consumo de bienes, pero que a menudo pasa tremendamente desapercibido ante el consumo frenético de experiencias.
Desde cursos y formaciones, terapias de todo tipo, retiros y conferencias, así como un amplio etc. de posibilidades, estos se han convertido en objetos representativos de nuestra sed de huida de nosotros mismos, más que en herramientas al servicio de nuestro encuentro con nosotros mismos, y que tal vez encuentre en estos formatos maneras mas sofisticadas de perpetuar el patrón y recrear así un tremendo circulo vicioso de autoescapismo. Sin embargo, no hay nada "malo" en ello, puesto que en última instancia, todo puede suceder, transversalmente a lo que como seres humanos persigamos desde nuestro miedo a Ser.
El haber caído en todas estas trampas, me hace ser consciente de la maravilla del encuentro, que sucede cuando todo se rinde, en cualquier momento y lugar.
La capacidad de compromiso/amor hacia uno mismo, la comprensión profunda del sistema de creencias que condiciona y tiñe nuestras "gafas" de mirar el mundo, el revelarse a uno mismo más allá del sí mismo individual (Ego), en la quietud (Dios), son para mi grandes motores de autodescubrimiento.
En última instancia es siempre nuestra propia vida la que nos habla, y la terapia no deja de ser un elemento mas, que puede simplemente servirnos de guía en ese proceso de deconstrucción e integración, pero jamás será un elixir mágico que nos vuelva dependientes y codependientes, pues sin ella, seguimos siendo todo lo que necesitamos ser para nuestro "despertar".
No hay una única vía que pueda abastecer la complejidad de sensibilidades que se acercan buscando soluciones a su malestar. Aliviar el malestar es una cosa, acceder a la raíz de lo que lo ocasiona es otra, y la raíz siempre estará mas allá de lo que como humanos podríamos siquiera llegar a sospechar, siempre es mas profunda, y por lo tanto debemos aceptar hasta donde seamos capaces de llegar y confiar en que el proceso nos lleva de forma inevitable hacia donde debe llevarnos.
En mi camino la revisión del sistema de creencias que nos lleva a mirar con unas gafas determinadas la vida, es fundamental para reconocer patrones y emociones que conforman nudos y velos a nuestra mirada pura e inocente, que es nuestro estado natural. Cuando dejamos de ver con inocencia es cuando podemos reconocer que hemos omitido un pensamiento ante la luz de nuestra consciencia, y es desde ahí que podemos revisitarnos para "desatascar" todas aquellas emociones a raíz de un pensamiento invisibilizado por nuestro Ego para someter nuestra voluntad. Así mismo, un pensamiento siempre apuntará a una creencia aún mayormente invisibilizada y mayormente sedimentada, fruto de un mecanismo de defensa que en algún momento/lugar creímos (legítimamente) necesitar para sobrevivir.
En mi forma de trabajar es muy importante aceptar que la terapia, como una herramienta mas de autoindagación, y desde ahí estar predispuesto a mirar a través de los nudos en nuestros sistemas de creencias, y ver como estos se manifiestan en emociones que en última instancia se somatizan en el cuerpo físico.
Así pues, es importante atender todo lo que somos y sus múltiples manifestaciones, para poder vivir en armonía y en plenitud, y volver a la simplicidad de la existencia, recordando que tenemos a nuestra disposición todo cuanto necesitamos para recorrer nuestro camino.
Desatendernos en un ámbito significa dejar de amarnos en plenitud, y por lo tanto, nuestro bienestar será incompleto. El desequilibrio es la causa de toda enfermedad visible o invisible, y es por ello que restaurar el equilibrio puede llegar a ser la piedra angular de nuestra evolución como individuos y como especie en el núcleo de una colectividad. Sin embargo el camino que recorremos para llegar a ese equilibrio es totalmente nuestro, y ahí radica su belleza. En mi experiencia abrazar nuestras inseguridades, traumas, heridas y somatizaciones, es un paso necesario y clave en la vía hacía la sanación.
Entendiendo que cada persona y su circunstancia es un fascinante mundo por descubrir, y que las distintas herramientas a disposición han de ser puestas siempre al servicio del amor, entendido como aquello que nos devuelve a la raíz de lo que somos